Si mi barba cobrara vida, seríamos los más cercanos amigos. Iríamos juntos a
todos lados, me
escucharía con atención y reiría conmigo, casi un reflejo de mi risa.
Si
mi
barba cobrara vida, la peinaría, la recortaría y evitaría que pedazos de
comida
la ensucien. Le mencionaría que la gente ya no piensa que soy inmaduro;
mis palabras se filtran en ella y me dan aspecto de persona
formal, sabia y, últimamente, hasta a la moda.
Le
contaría del calor que me brinda en invierno y la tranquilidad que me da
acariciarla; pero, por sobre todo lo demás, si mi barba cobrara vida le
agradecería por quedarse fielmente a mi lado; a diferencia de esos traidores
pelos de mi cabeza, que quién sabe dónde andarán.