jueves, 16 de octubre de 2014

El abordaje

Debo haberle parecido una loca, ¿no? Déjeme que termine de servirme el café y le explico. Ahí está. A ver, recuerdo que fue un día de verano cualquiera. Ni mi cumpleaños, que es en agosto; ni navidad, que ya había pasado. Halloween ni se festejaba y había sido hacía meses, así que tampoco venía por ahí la mano. Simplemente llegó, me dio un beso, un abrazo lleno de olor a perfume y me dio el paquete. ¿Qué había en el paquete? ¡Un disfraz de pirata!

Yo tenía ocho años. Usaba vestidos rosas y había aprendido a hacerme una trenza que llevaba todos los días a la escuela para envidia de mis compañeras. En la tele solo veía princesas, duendecitos y osos cariñosos; y me la pasaba dibujando arcoíris, cielos soleados, unicornios… todas esas pavadas. Era una chica común y corriente, pero algo me hacía ruido de toda esa movida. La abuela Zulma lo notó, y lo tuvo en cuenta a la hora de comprar el disfraz. Al menos, es lo que me gusta creer.

viernes, 10 de octubre de 2014

Ausente con aviso

Los murmullos le indicaron que había pasado demasiado tiempo sin reacción de su parte. Levantó la cabeza. El público del viejo teatro municipal se dividía entre los que sonreían, interpretando la demora como parte del acto, y los solemnes, que sospechaban que algo fuera de lugar estaba sucediendo. Todos lo miraban. Se palpó el chaleco sin lograr tantear nada. Bajó la mirada y volvió a fijarla en el interior del sombrero de copa. El círculo de fieltro negro se veía como un pozo muy profundo, casi sin fondo. Allí, donde debía estar el desenlace de su acto, solo había un papel garabateado:

Se me hace tarde y la duquesa me va a matar. Literalmente. Tomé tu reloj. Te lo devuelvo a mi regreso.
C.B.
PD: Tengo una chica para presentarte. Alicia.