lunes, 4 de diciembre de 2017

UPENDO

Dejame empezar por lo obvio: sé que hice todo mal.
No voy a intentar justificarme, ni buscar empatía tratando de convencerte de que hubieses hecho lo mismo en mi lugar. Porque aunque sé que hubieses hecho lo mismo, o parecido, como no estás en mi lugar debo parecerte un loco. O un estúpido. Ojo, ambas me caben.
¿Por qué lo hice? Un poco de todo: celos, ego… amor. Sí, lo sé, es re cursi, pero es la verdad. Haríamos cualquier estupidez por una mujer. Mirá a Menelao, mandando a miles de personas a la muerte por culpa de una mujer. ¿Te sorprendí, eh? Terminé la nocturna hace poco y, por ahora, me acuerdo de esas cosas. Me estoy yendo por las ramas, lo sé. Creía hacerlo por amor y me salió mal por falta de instinto. Los seres humanos somos los únicos animales que perdimos el instinto. ¿No lo notaste? O sea, tenemos la capacidad de razonar, pero cuando las papas queman, ¿de qué nos sirve? El cerebro hace cortocircuito y chau. Cuando estás muerto de miedo, o enamorado, ni te digo si son las dos al mismo tiempo, el cerebro no sirve de nada, y el instinto se nos perdió en algún momento de la evolución, supongo que cuando alguien empezó a vendernos la comida en vez de salir a buscarla nosotros.
Estuve en el hospital unas semanas, entre transfusiones y algunas vacunas, y ahora me dieron el alta. Como te dije, no voy a tratar de justificarme, solo voy a contar lo que pasó y esperar que esta historia sea de utilidad para alguien más.