– Adelante, Visconti, tome asiento.
¿Quiere una manzana? ¿No? Bueno, dígame: ¿qué lo trae por acá?
– Jefe, necesito encontrarme a mí mismo.
Llegar más allá del común del universo, a ese lugar donde se esconden todos sus
secretos. Ver pasar la vida desde una posición de reflexión e imparcialidad.
– Renuncia.
– Sí, eso. Renuncio.
– ¿No le gusta su trabajo, Visconti?
– No realmente. Ya no quiero trabajar en
un estudio jurídico, generando demandas por accidentes. Necesito usar mi
lámpara para iluminarme, y luego a otros. Meditar y descubrir mi propósito para
ayudar a los demás. Ansío ser un misterio mayor. Un triunfo por encima de los
deseos. Anhelo ser Buda en la selva, Jesús en el desierto, Zaratustra en la
montaña, Mahoma en la cueva, Krishna en el bosque.
– …
– Un ermitaño, jefe.
– ¡Oh, claro, claro! Zaratustra, claro.