viernes, 5 de diciembre de 2014

Eleccciones y dudas

–  Adelante, Visconti, tome asiento. ¿Quiere una manzana? ¿No? Bueno, dígame: ¿qué lo trae por acá?
– Jefe, necesito encontrarme a mí mismo. Llegar más allá del común del universo, a ese lugar donde se esconden todos sus secretos. Ver pasar la vida desde una posición de reflexión e imparcialidad.
– Renuncia.
–  Sí, eso. Renuncio.
– ¿No le gusta su trabajo, Visconti?
– No realmente. Ya no quiero trabajar en un estudio jurídico, generando demandas por accidentes. Necesito usar mi lámpara para iluminarme, y luego a otros. Meditar y descubrir mi propósito para ayudar a los demás. Ansío ser un misterio mayor. Un triunfo por encima de los deseos. Anhelo ser Buda en la selva, Jesús en el desierto, Zaratustra en la montaña, Mahoma en la cueva, Krishna en el bosque.
– …
– Un ermitaño, jefe.
– ¡Oh, claro, claro! Zaratustra, claro.

– Tengo intenciones de convertirme en un ser solitario, lleno de sabiduría e introspección. Un ser del bien.
– ¡Como el maestro Yoda!
– ¡Exacto! Ejem, ¡no! No como Yoda. Ese es un personaje de ficción.
– Bueno, algunos de los que nombró antes tamb…
– No como Yoda, ¿ok? Jefe, ya no quiero lucrar con la miseria y la desesperación, deseo ayudar a los demás. El destino barajó mis chances y las puso sobre la mesa; repartió la mano que me indicó el camino a seguir.
– ¿Usted se hizo tirar las cartas, Visconti?
– ¿Cómo lo supo?
– Soy adivino.
– ¿¡En serio!?
– No, Visconti. No.
– Oh.
– Hagamos lo siguiente: Tómese el resto del mes. Sin goce de sueldo, por supuesto. Y medite en la penumbra bla bla todo lo que quiera. Cuando vea que se muere de aburrimiento, o quiera matar al vecino que dejó la puerta del ascensor abierta en otro piso, o conectarse a ver señoritas en internet; o cuando tenga que usar una lámpara, pero porque le cortaron todos los servicios por falta de pago, se viene y lo charlamos, ¿qué le parece? El mundo necesita abogados. Y usted necesita este trabajo. No es buena idea todo eso de “ser del bien”. Se lo digo porque lo aprecio. Imagine que soy un ser alado, de esos que se posan sobre su hombro y dan los consejos correctos.
– ¿Un ángel?
– ¡El mejor de todos!

Visconti se fue, aún firme en su decisión, pero no tan convencido como antes. Cuando el jefe estuvo seguro de que la puerta estaba cerrada, sacó una pequeña llave del bolsillo y abrió uno de los cajones de su escritorio. Tomó una libreta forrada en piel, la abrió y anotó el nombre de su visitante en tinta roja. Un desertor. Tomó una manzana de un bol formado por círculos concéntricos, le dio un mordisco y sonrió. Tenía trabajo que hacer, pero amaba su trabajo.

* * *

Este cuento, y su ilustración, fueron parte de la exposición "Por Amor Al Arte", realizada por la S.A.D.E. y la Oficina de Letras de 3 de Febrero. 
(No ganamos nada, pero nos divertimos)


La ilustración fue realizada por la talentosa Yol Rojo


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