– Adelante, Visconti, tome asiento.
¿Quiere una manzana? ¿No? Bueno, dígame: ¿qué lo trae por acá?
– Jefe, necesito encontrarme a mí mismo.
Llegar más allá del común del universo, a ese lugar donde se esconden todos sus
secretos. Ver pasar la vida desde una posición de reflexión e imparcialidad.
– Renuncia.
– Sí, eso. Renuncio.
– ¿No le gusta su trabajo, Visconti?
– No realmente. Ya no quiero trabajar en
un estudio jurídico, generando demandas por accidentes. Necesito usar mi
lámpara para iluminarme, y luego a otros. Meditar y descubrir mi propósito para
ayudar a los demás. Ansío ser un misterio mayor. Un triunfo por encima de los
deseos. Anhelo ser Buda en la selva, Jesús en el desierto, Zaratustra en la
montaña, Mahoma en la cueva, Krishna en el bosque.
– …
– Un ermitaño, jefe.
– Tengo intenciones de convertirme en un
ser solitario, lleno de sabiduría e introspección. Un ser del bien.
– Bueno, algunos de los que nombró antes
tamb…
– No como Yoda, ¿ok? Jefe, ya no quiero
lucrar con la miseria y la desesperación, deseo ayudar a los demás. El destino
barajó mis chances y las puso sobre la mesa; repartió la mano que me indicó el
camino a seguir.
– ¿Usted se hizo tirar las cartas,
Visconti?
– ¿Cómo lo supo?
– Soy adivino.
– ¿¡En serio!?
– No, Visconti. No.
– Oh.
– Hagamos lo siguiente: Tómese el resto
del mes. Sin goce de sueldo, por supuesto. Y medite en la penumbra bla bla todo
lo que quiera. Cuando vea que se muere de aburrimiento, o quiera matar al
vecino que dejó la puerta del ascensor abierta en otro piso, o conectarse a ver
señoritas en internet; o cuando tenga que usar una lámpara, pero porque le
cortaron todos los servicios por falta de pago, se viene y lo charlamos, ¿qué
le parece? El mundo necesita abogados. Y usted necesita este trabajo. No es
buena idea todo eso de “ser del bien”. Se lo digo porque lo aprecio. Imagine
que soy un ser alado, de esos que se posan sobre su hombro y dan los consejos
correctos.
– ¿Un ángel?
– ¡El mejor de todos!
Visconti se
fue, aún firme en su decisión, pero no tan convencido como antes. Cuando el
jefe estuvo seguro de que la puerta estaba cerrada, sacó una pequeña llave del
bolsillo y abrió uno de los cajones de su escritorio. Tomó una libreta forrada
en piel, la abrió y anotó el nombre de su visitante en tinta roja. Un desertor.
Tomó una manzana de un bol formado por círculos concéntricos, le dio un
mordisco y sonrió. Tenía trabajo que hacer, pero amaba su trabajo.
* * *
Este cuento, y su ilustración, fueron parte de la exposición "Por Amor Al Arte", realizada por la S.A.D.E. y la Oficina de Letras de 3 de Febrero.
(No ganamos nada, pero nos divertimos)
La ilustración fue realizada por la talentosa Yol Rojo
No ganamos nada porq no habia premio alguno (conste)
ResponderEliminarGenio!!! seguí para adelante!!! ya habrá premios...
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