jueves, 20 de noviembre de 2014

Carta a mi administrador de consorcio

Buenos Aires, 20 de noviembre de 2014

Sr. Julio A. Herrera
Administrador

            Estimado señor, lamento molestarlo, sé que es un hombre ocupado, e imagino está trabajando arduamente para hacer nuestra vida más sencilla, pero necesito ponerlo en conocimiento, o, en caso que ya esté al tanto, recordarle, que el edificio situado en la calle Pablo Giorello 8181 presenta una serie de… no sabría que palabra usar para abarcar la magnitud y cantidad de… ya está, ya está: desgracias. Eso, desgracias. Inconvenientes no estaba a la altura. Me hubiese gustado comentarle estos temas en la última reunión de consorcio, pero se me hizo difícil hacer prevalecer mi voz por sobre los justos pedidos de mis vecinos de empalarlo en la plaza del barrio, por lo que escribo esta carta para comentarle los temas que más me afligen.



* Le pido tenga en cuenta pintar el exterior del edificio con algún tipo de pintura antihumedad. No soy un hombre religioso, pero al ver la cantidad y variedad de manchas que se formaban en las paredes de mi cuarto, le admito que dudé de mi falta de fe y pensé que estaba en presencia de algún mensaje celestial. Cuando no apareció la imagen de Jesús, o de la virgen, confirmé que era solo humedad, y que ésta entra al edificio con más facilidad que yo, ya que la cerradura de la puerta de entrada se traba en algunas oportunidades.

            * Además de la cerradura, entre las varias cosas que requieren arreglo se encuentra el portero eléctrico. El mismo funciona mal desde que me mudé al edificio, requiriendo que uno se desgañite a gritos para hacerse oír entre mares de estática y falsos contactos. No exagero si le digo que sería más efectivo para la comunicación que la persona que toca timbre muera de viejo, el sobreviviente se contactara con el espíritu del fallecido mediante el juego de la copa, y le preguntara quién era, o qué quería. Bueno, tal vez exagero un poco; no sería más fácil. Le tengo un poco de miedo al juego de la copa.

            * Por supuesto no voy a dejar pasar la oportunidad de remarcar la terrorífica falta de mantenimiento que sufre el ascensor del edificio. Sus titilantes, o directamente inoperantes, luces, su antigua y chirriante puerta tijera, y su constante alarma, sonando en cualquier momento del día y de la noche, como un banshee o nuestra vernácula Llorona, augurando una pronta desgracia, no ayudan a tranquilizarme. Temo sufrir un accidente. Sé que llegado el caso, uno debe tener siempre sus asuntos en orden y, como aconsejan las madres, usar ropa interior limpia; pero le aseguro que si bien cumplo con la primera parte, el funcionamiento del ascensor impide constantemente que pueda cumplir la segunda. Le imploro considere contratar un profesional que nos asegure que subirse a ese metálico ataúd sube y baja es relativamente seguro.

* Quiero también solicitar revea la forma de pago de las expensas. Es ridículo que solo pueda abonarse a un cobrador que pasa por los pisos, y toca la puerta con la sutileza de un ratón anémico, el último sábado del mes, de 14 a 16 horas. El mes tiene un promedio de 720 horas, es coercitivo que solo pueda pagarse en el 0.27% de ese tiempo. Debemos ser el único edificio que utiliza esa incómoda y anacrónica forma de pago. Le aclaro de antemano que por el momento no tengo novia, llegado el caso que quiera actualizar los métodos y se le ocurra cobrar mediante el uso del medieval Derecho de Pernada  (o “Prima Nocte”, para todos los que vimos Braveheart), deseando dormir con ella como forma de retribución.

            * Para finalizar, el tema de la fuga de gas merece una carta aparte, pero intentaré concentrar mis reclamos, mi frustración y mi miedo a las quemaduras de 3er grado, y a que mis elementos de cocina se conviertan en metralla mortal, en este párrafo. No fue suficiente con que la falta de conservación de las cañerías hizo que estuviéramos a punto de volar por los aires (convirtiéndonos, los inquilinos de este edificio, en los primeros astronautas colectivos de Santos Lugares), sino que ahora debemos sufrir meses de falta de gas, hasta que las variadas y extremadamente onerosas reparaciones comiencen y se terminen. Ya que no deseo levantar el parquet para hacer fuego, a fin de calentar agua y cocinar, le pido encarecidamente dé preferencia a esta gestión, o, al menos, agéncieme un anafe y un calefón. Eléctricos, por supuesto. Los compraría yo mismo, pero el precio que nos pasaron para los arreglos hace que tenga que usar todos mis ahorros para tomar un taxi hasta la clínica donde voy a vender un riñón para pagarlos. Ambos adminículos suplirán temporalmente la falta de gas. Permítame hacer énfasis en la palabra temporalmente, ya que apenas suba un poco más la temperatura vamos a quedarnos sin electricidad, y no me van a servir para nada. Le recuerdo que cuando se corte la luz, también se cortará internet. Le aconsejo lidie conmigo ahora, ya que cuando eso suceda estaré considerablemente más irritable.

Señor Herrera, me vanaglorio de tratar de ver lo mejor en las personas, pero en su caso se me hace cada vez más difícil. ¿Es realmente tan complicado su trabajo, como nos lo hace notar con lo deficiente de su gestión, o dejarnos a la vera del camino y aparecer solo a cobrar las expensas le genera una especie de placer sádico con el que no estoy familiarizado? Vivir en este edificio es surreal. Dicen que la realidad supera la ficción, y esta no es la excepción. La única obra ficcional equivalente a mi estadía en esta pila condenada de escombros es La Divina Comedia, de Dante. La parte del infierno, por supuesto. Esos réprobos nueve círculos descendientes que coinciden con exactitud, oh casualidad, con el número de pisos de este averno habitacional.

No es mi propósito quitarle más tiempo, termino entonces esta epístola encomendándole nos considere. No pido nos marque en rojo entre sus prioridades, pero, al menos, cuando cuente el toco de guita todos los meses, ténganos en sus pensamientos.

Sin más que añadir, me despido cordialmente esperando su contestación, su renuncia o su suicidio. Lo que a usted le quede más cómodo.

Gabriel Losa (departamento 6°C)

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