Los murmullos le
indicaron que había pasado demasiado tiempo sin reacción de su parte. Levantó
la cabeza. El público del viejo teatro municipal se dividía entre los que
sonreían, interpretando la demora como parte del acto, y los solemnes, que
sospechaban que algo fuera de lugar estaba sucediendo. Todos lo miraban. Se
palpó el chaleco sin lograr tantear nada. Bajó la mirada y volvió a fijarla en
el interior del sombrero de copa. El círculo de fieltro negro se veía como un
pozo muy profundo, casi sin fondo. Allí, donde debía estar el desenlace de su
acto, solo había un papel garabateado:
Se me hace tarde
y la duquesa me va a matar. Literalmente. Tomé tu reloj. Te lo devuelvo a mi
regreso.
C.B.
PD: Tengo una
chica para presentarte. Alicia.
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