lunes, 23 de octubre de 2017

CACHO

CEO: ¡Un aplauso para la gente de marketing! La campaña "si no comprás un auto que se maneje sólo, el político que odiás va a perpetuarse en el poder" es todo un éxito y ya tenemos más de 200.000 pedidos. Para finalizar esta productiva reunión, la primera con esa característica en la historia del mundo, los chicos de Investigación y Desarrollo nos van a contar un poco sobre las últimas pruebas a las que pusieron a Cacho antes de salir a la venta.

(Aplausos. Dos hombres, ambos de guardapolvo blanco, se paran frente a la sala de reuniones. Uno es flaco, de anteojos gruesos y pelo grasoso pegado a la cabeza; el otro muestra un ligero sobrepeso, baja estatura, tiene la cabeza llena de rulos y aparatos en los dientes. Se los ve nerviosos. La sala está atestada de jefes y mandos medios, discutiendo las últimas novedades del lanzamiento. En las paredes cuelgan banners con la imagen del moderno vehículo y la leyenda: “Cacho, el auto del futuro”).

CIENTÍFICO 1: Ejem, buenos días. Como sabrán, para la programación de Cacho, logramos transmitir a nuestro vehículo auto-manejable, además de los clásicos algoritmos de conducción y leyes de tránsito, la mente de un taxista con 35 años de experiencia. De esa forma, el producto contaría con un software que incluye mapas y reglas viales de todos los países del mundo, y, a su vez, tendría la experiencia de un conductor experimentado.

CEO: ¡Una gran idea a la que no le veo inconveniente alguno! ¿Y entonces? Todo viento en popa, asumo.

(Los científicos se miran entre ellos)

CIENTÍFICO 2: Bueno... sí.

CIENTÍFICO 1: Y no.

CEO: ¿Cómo “sí y no”?

CIENTÍFICO 1: El prototipo funciona… pero tuvo algunos inconvenientes.

CEO: ¿Qué clase de inconvenientes? ¿Dónde está el auto ahora?

CIENTÍFICO 1: En Mar del Plata…

CEO: Ajá.

CIENTÍFICO 2: …en el fondo del mar.

CEO (poniéndose de pie): ¿¡Cómo?!


(Un bullicio creciente inunda la sala de reuniones: “yo sabía que era una mala idea desde el principio”, “prefiero hundirme en ese mar marrón caca que seguir un minuto más en esta sala de mierda”, “¿te vas a comer esa medialuna?”, “yo ya reserve uno, me la corto”. Ambos científicos carraspean, ansiosos a explicar. El CEO vuelve a sentarse).

CIENTÍFICO 2: Como en pruebas anteriores, encendimos a Cacho y le cargamos una misión: ir del punto A al punto B lo más eficientemente posible. Nos subimos a un coche y lo seguimos, tomando notas del desempeño del vehículo.

CIENTÍFICO 1: Al principio funcionaba de maravilla. Cacho se manejaba sin inconvenientes, respetando semáforos, límites de velocidad, y detectando peatones y otros vehículos sin ningún problema. Estábamos a punto de marcar el experimento como exitoso, cuando todo empezó a fallar.

CIENTÍFICO 2: Al parecer, el “software de experiencia en las calles” tomó el control total del auto y, desestimando mapas y rutas trazadas por la computadora de a bordo, empezó a dar rodeos, a meterse en calles embotelladas y a calcular los semáforos para llegar siempre a la esquina durante el rojo. Llegó del punto A al punto B, pero recorrió el doble de la distancia y le tomó el triple del tiempo calculado para llegar.

CEO (visiblemente preocupado, pero intentando tener esperanza): Bueno, es un contratiempo, pero algo podemos inventar.

JEFE DE MARKETING: Podríamos decir que el auto toma siempre una ruta escénica.

CEO: No es mala idea, deberíamos…

CIENTÍFICO 1: Eso no es todo.

CIENTÍFICO 2: Eso es nada, de hecho.

CEO (transpirando y blanco, como a punto de enfermarse): ¿Qué más pasó?

CIENTÍFICO 2: Cacho comenzó a encerrar colectivos, la voz del GPS le gritó “andá a lavar los platos, yegua” a una conductora que se cruzó en su camino. Casi choca a un ciclista y les tocó bocina a todos los peatones que pudo.

(El CEO apoya los codos sobre la mesa y pone la cabeza entre las manos)

CIENTÍFICO 1: También creemos que hackeó el sistema operativo de Uber, ya que cada vez que un auto de la empresa estaba cerca, Cacho lo rastreaba y lo chocaba de atrás, obligándolo a salirse del camino. Cuando finalmente hizo que un conductor se estrellara contra un árbol, creemos que entró en una especie de pánico: aceleró por primera vez desde que salió del garage de la compañía y tomó la autopista “Buenos Aires – La Plata”. Lo seguimos, por supuesto, tratando de entender su comportamiento.

CIENTÍFICO 2: Durante el viaje supusimos que quedaba algo de fría racionalidad cibernética, ya que pasó por el Atalaya pero no frenó. Ahí lo perdimos por unos kilómetros.

CEO: ¿Porque hizo una maniobra evasiva espectacular?

CIENTÍFICO 2: No, porque nosotros sí paramos a comprar medialunas.

JEFE DE MARKETING: ¿Vieron que no están tan buenas como antes?

CIENTÍFICO 2: ¡Tal cual! Eso decíamos nosotros. Como que ahora…

CEO: ¡¿Podemos seguir con el tema del auto?!

CIENTÍFICO 2: Bien, como coincidimos acá con la gente de marketing, corregimos nuestra presunción y creemos que en realidad no paró por el hecho de que Atalaya perdió calidad con el paso de los años y el “dormirse en los laureles” que provoca ser el proveedor líder de la zona…

(El CEO pasa de blanco-desmayo a rojo-asesinato. Científico 1 vuelve apresurado al tema original)

CIENTÍFICO 1: Ejem, Cacho siguió camino por la Ruta 2, tocó bocina en un peaje hasta que lo dejaron pasar gratis, cortó autos varias veces por la derecha y no respetó ningún límite de velocidad.

CIENTÍFICO 2: Por cierto, para poder seguirlo de cerca tuvimos que pisar el acelerador un poco de más. La gente de contaduría ya tiene nuestras multas.

CIENTÍFICO 1: A la altura de Las Armas un patrullero, tal vez avisado del comportamiento temerario de Cacho, se le pegó. Como todos saben, Cacho cuenta con…

CIENTÍFICO 2: … creíamos que contaba con…

CIENTÍFICO 1: …un sistema que cancela cualquier orden programada, en pos de respetar a un agente de la ley. Sin embargo, cuando el patrullero prendió la sirena, Cacho aceleró aún más. En ese momento notamos que la pantalla gigante que incorporamos  en el auto, a fin de que los pasajeros se distraigan, se encendió y comenzó a proyectar escenas de persecuciones.

CIENTÍFICO 2: Mad Max, 60 segundos Matrix Reloaded, Rápido y Furioso…

JEFE DE MARKETING: Uh, peliculón.

CIENTÍFICO 2: … mal. Cacho parecía más allá de todo. Se divertía burlando a la policía mientras nos desafiaba, motivándose al ver a otros autos hacer lo que a él le habíamos prohibido.

CIENTÍFICO 1: La persecución nos llevó directo a Mar del Plata. Cacho se metió en las calles de la ciudad, esquivando peatones por milímetros. Bajó por Luro hasta la playa, hizo un giro vertiginoso a la derecha, se subió a la plazoleta, coleó fuera de control y se estrelló contra uno de los lobos marinos, que se derrumbó.

CIENTÍFICO 2: Espere el llamado de la municipalidad de General Pueyrredón al respecto.

CIENTÍFICO 1: Ahí quedó, con el motor en marcha. Bajamos de los autos y, tanto el policía como nosotros, nos acercamos con cautela lo más que pudimos. La pantalla del auto seguía encendida, pero quebrada por todos lados. La imagen no llegaba a verse, pero escuchamos un diálogo que sonaba a todo volumen:

(Los científicos repiten el diálogo, afinando las voces)

CIENTÍFICO 2: Oye, Louise, no nos dejemos atrapar.

CIENTÍFICO 1: ¿Qué quieres decir con eso?

CIENTÍFICO 2: ¡Sigamos adelante!

CIENTÍFICO 1: ¿Pero qué dices?

CIENTÍFICO 2: ¡Vamos!

CIENTÍFICO 1: ¿Estás segura?

CIENTÍFICO 2: ¡Sí!

CIENTÍFICO 1 (carraspea y vuelve a su voz normal): En ese momento Cacho aceleró, se metió en la playa y barrenando las olas se adentró en el mar, que lo tapó. Estimamos que, al no encontrar un cañón o acantilado en las cercanías para recrear el final de Thelma y Louise, buscó “Mar del Plata” y “suicidio” en la computadora de a bordo, y emuló a Alfonsina Storni.

(La sala queda en silencio. El CEO se agarra la cabeza. Ambos científicos se sientan)

JEFE DE MARKETING (secándose una lágrima): Disculpen mi emoción, pero no puedo evitarlo. No sé si notaron la hermosa historia que acaban de contar. Cacho era, finalmente, un romántico mal entendido. Un rebelde de los que ya no quedan. Esos que van contra la autoridad, de los que no piden permiso cuando sienten que lo que están haciendo es justo. Un valiente capaz de meter Buenos Aires – Mar del Plata en 3 horas, dejarte al lado del casino, mostrarte películas taquilleras todo el camino y, no olvidemos, evitar que esa rata ladrona y corrupta gane las elecciones, por solo $435 mil pesos. Creo que se va a vender muy bien.

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