HOY: Cómo
comportarse en una fiesta.
Arranquemos por lo obvio: nosotros, los
introvertidos, siempre vamos a preferir quedarnos en casa leyendo o viendo una
película. Pero supongamos que queremos salir de nuestra “zona de confort”, o
perdimos una apuesta, y salimos. Las fiestas son lugares donde siempre nos
vamos a sentir fuera de lugar. Como mi abuela en un concierto de doom metal. Y
así como mi abuela puede llegar a disfrutar un concierto de doom metal (siempre
y cuando la banda reversione una canción del Trio Los Panchos), los
introvertidos podemos llegar a pasarla bien en una fiesta, siempre y cuando se
den una serie de condiciones que podemos generar nosotros mismos siguiendo estos
consejos:
- No llegues ni muy temprano ni muy
tarde. No por un tema de puntualidad y respeto, sino para no estar sólo con el
dueño de casa, o tener que saludar a todo el mundo.
- Localizá las salidas. La idea es
pasarla bien, pero es importante, llegado el caso, desaparecer velozmente y sin
saludar a nadie.
- Si la fiesta es en una casa y el
dueño tiene mascota, hacete amigo de la misma inmediatamente. Es mejor que
interactuar con seres humanos y da una excelente imagen para consagrarse con el
sexo de nuestra preferencia sin tener que interactuar mucho con el mismo.
- El celular es una buena forma de huir
de conversaciones no deseadas, pero existe una cantidad standard de mensajes a
recibir, después empieza a ser sospechoso. Perder el tiempo en redes sociales
está extremadamente mal visto. No digo que no lo hagas, solo tené cuidado de no
ser descubierto.
- El baño es un buen lugar para
recluirse un rato. Tratá de no permanecer demasiado, por lo general son lugares
requeridos y no queremos que la gente se ande preguntando "¿y este que
habrá comido?"
- Si alguien te habla, ¡no entres en
pánico! Tal vez está tan nervioso como vos. Bueno, no tanto, pero tal vez también
se miró al espejo 45 minutos practicando diálogos ingeniosos. Bueno,
probablemente tampoco eso, pero la única forma de confirmarlo va a ser sonreír
y responder lo que sea nos haya dicho. Eso o salir corriendo, pero salir
corriendo puede dar un mal mensaje.
- En la cocina hay mejor onda que en el
living. En el balcón aún más, pero siempre hay olor a pucho.
- En conversaciones grupales sonreí
cada vez que te miren o asentí si el tema es serio. Incluí una que otra
interjección para dar impresión que está escuchando atentamente: “Wow”,
“¿posta?” y el famoso “¡nooo!” nunca fallan.
- Temas de conversación apropiados:
series, películas, anécdotas con el/la dueño/a de casa (y/o amigos en común) e
hijos (al igual que las series y las películas, hablar de hijos sólo es
interesante si estás al tanto, si no, mejor buscar otro grupo de conversación).
- Temas de conversación prohibidos: los
tres clásicos del fanatismo dogmático: fútbol, religión y política. Sí, estoy
seguro que vos podés hablar del tema civilizadamente y escuchar las opiniones
de los demás con imparcialidad y consenso, aunque, en realidad, no podés ni en
pedo y la charla, sin excepción, se va a transformar en un griterío retardado
donde todo el mundo va a intentar imponer su opinión por considerarla la única
verdadera. Nadie de Independiente se hizo de Racing por escuchar una apasionada
descripción del gol del Chango Cárdenas. Nadie dejó de creer en dios porque un
ateo trató de explicarle científicamente que su existencia es imposible y,
viceversa, un ateo jamás empezó a creer en dios porque le contaran de su
infinito amor (hace falta una experiencia cercana a la muerte, o un orgasmo,
para dudar un poco que la divinidad no sea real). Y, finalmente, mi favorita
para demostrar la seguridad y sentido de pertenencia que otorga la ceguera
selectiva: nadie cambió de corriente política porque otro trató de hacerle
entender que era un nazi, neoliberal, mata putos o un hippie, vago,
amante del clientelismo, y que, al estar completamente equivocado, estaba
arruinando el país.
- Si te dan ganas de bailar, bailá. No
estás en un concurso de baile y, lamentablemente para algunos, afortunadamente
para nosotros, a la gente no le importa realmente lo que hagas o dejes de
hacer.
- No te quejes mucho de la música. Hay
una especie de ley que hace que en las fiestas nunca pasen la música que a uno
le gusta. No desesperar, pensar que siempre se puede escuchar nuestros temas
favoritos en casa, y mover un poco el trasero al ritmo de “Despacito” no mató a
nadie. El alcohol ayuda.
- El alcohol puede hacernos (creer que
somos) más graciosos y extrovertidos, pero también puede hacer que le mostremos
nuestro último almuerzo a todos los invitados o intentemos besar a la esposa
del dueño, cosas que atraerán negativamente la atención sobre nosotros, que es
lo que estamos tratando de evitar. Moderación es la clave.
- Excepción al punto de la música: que
alguien se ponga a tocar la guitarra.
Hui. Lo más rápido que puedas. La
velada está muerta más allá de cualquier intento de resucitación. Es una línea
recta que hace “piiii” y no hay electroshock que pueda revertirla.
La guitarra nunca está afinada, cosa
que el músico improvisado va a mencionar, pero sólo como excusa para una
performance mediocre, ya que no va a hacer nada al respecto. Las canciones
siempre van a estar plagadas de errores en la melodía y en la letra, cosa que,
aunque parezca imposible, empeorará cuando una decena de invitados aúllen los
versos hasta tapar todo rastro del instrumento. La fiesta se acabó, vuelta a
casa a tirarse al sillón a ser feliz.
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